Por Jhonah Díaz González, enviado especial
Doha, 19 nov (Prensa Latina) En diciembre de 2010, el máximo ejecutivo del fútbol dio un giro de 180 grados en su historia y prefirió a Qatar como anfitrión de la XXII Copa Mundial sobre Estados Unidos, Australia, Corea del Sur y Japón.
Desde sus oficinas centrales en Zúrich, Suiza, la Federación Internacional de la disciplina (FIFA) sorprendió a propios y extraños al decantarse por un país con escasa reputación en materia de balompié, limitada infraestructura y clima infernal en junio y julio, comúnmente los meses de la justa.
El tiempo pasó y la nación árabe ganó una Copa de Asia (2019); preparó ocho estadios cuyos lujos embriagan, noviembre y diciembre dejan temperaturas cercanas a los 35 grados Celsius, y la elección de la FIFA no deja de cuestionarse, ni tan siquiera a solo horas de la inauguración.
Situaciones complejas como los derechos humanos y la legislación laboral son centro de las frases de los detractores, quienes repiten -hasta la saciedad- la inexistencia de elementos básicos para la vida y datos sobre los trabajadores fallecidos durante el proceso de construcción de las instalaciones.
El grupo Amnistía Internacional llegó a catalogar Qatar 2022 como el «Mundial de la vergüenza», en un caldo de cultivo alimentado por el diario británico The Guardian, que cifró en seis mil 500 el número de obreros muertos, basándose en datos proporcionados por sus países de origen.
En una conferencia en el Instituto Milken de Los Ángeles (Estados Unidos), en el mes de mayo, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, comentó: «Mis padres también emigraron de Italia a Suiza. Cuando le das trabajo a alguien, incluso en condiciones difíciles, le das dignidad y orgullo. No es caridad».
Contrario a ese criterio, el equipo de Dinamarca debutará el martes 22 de noviembre contra Túnez y su elástica mostrará una señal de protesta contra la organización. «La camiseta lleva un mensaje consigo», reconoció la empresa de artículos deportivos Hummel.
«Si bien apoyamos a la selección danesa, esto no debe confundirse con el apoyo a un torneo que ha costado la vida a miles de personas», resaltó el comunicado de la compañía encargada de vestir a los nórdicos.
Los gestos de desaprobación alcanzarán fuerza en breve, cuando varias ciudades de Francia, incluida su capital París, no emitan en pantallas gigantes los partidos del certamen universal.
Así, esta costumbre -devenida fiesta pública- quedará cercenada en medio del entusiasmo nacional en torno a la vigente campeona del orbe, con su plantel repleto de estrellas como Karim Benzema, flamante Balón de Oro, Kylian Mbappé, Antoine Griezmann, entre otras.
Y mientras la selección gala prepara su debut, o Ecuador y el plantel anfitrión intentan minimizar la presión antes de mañana en la jornada inaugural, alrededor de un millón de fanáticos viajaron para disfrutar in situ el primer Mundial en el Medio Oriente, el evento deportivo más importante que alguna vez acogió la región.
Las críticas no amilanaron a los organizadores, quienes conservan los fuegos artificiales en almacenes seguros, ultimas detalles de la gala de la apertura y sienten orgullo por todo lo logrado en estos últimos 12 años en pos del crecimiento social y el florecimiento económico de la península arábiga.
Así, la lid más grande del fútbol acontecerá entre tensiones: por un lado, el apoyo de los ciudadanos nacionales y millones de hinchas en el planeta; mientras, por otro, la campaña #PayUpFIFA exige al organismo compensar daños por «los graves abusos cometidos, incluyendo muertes, lesiones y salarios impagados».